martes, 1 de abril de 2014

VERDE



(Un buen día encontré en casa de mi madre el romancero gitano, anoche el insomnio me llevó de nuevo a él, me pareció adecuado el romance sonámbulo y le robé alguna frase suelta. Ahora, esta tarde, me ha salido esto)

La noche se puso íntima, todo somos dos, en un lugar de la pequeña plaza: retumba el agua de la fuente a mi espalda mientras nuestros labios se rozan.
Bajé del monte, agosto de 1928, los farolillos de hojalata alumbran la plazoleta casi vacía; sólo ella, las cosas la están mirando, se mecía, su pelo negro se mece; de repente un gato garduño pasó veloz, salté el barandado verde que rodeaba la plaza, me acerqué a ella, preciosa, es luna. Se bajó del columpio hecho de soga y madera seca que había montado el Ambrosio para los niños, sin mediar palabra se acercó a mí, me acerqué a ella, la noche se puso íntima.

La pareja de la guardia civil, borrachos ellos, se acercaron a nosotros, quisieron llevarse a la gitana, por serlo; resonaron en la enrarecida madrugada los muelles de la albaceteña, y en su lucha, ciega, por la vida, salí mal parado. Huí, marché, escapé al monte, los borrachos disparaban, regresé al monte. Rastro de sangre, rastro de lágrimas, rastro que al amanecer me delató. Ahí estaban serenos y mal encarados, apuntándome con sus mosquetones, con su uniforme verde.



Poesía es la unión de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran juntarse, y que forman algo así como un misterio. (Federico García Lorca).