martes, 6 de noviembre de 2012

SOLO



Me encantaba ir con ellos. Mis amigos eran lo más importante. La competición estaba a la orden del día. Yo, igual que los otros, quería ser el más y lo era; siempre sobresalía, era el más certero y me encantaba contarlo, me encantaba vacilar de mis logros. Primero fue en el deporte; era siempre el más rápido, el que más goles metía, tanto en el baloncesto como en los dardos era el que más triples metía, todo era especial, en todo era especial. Cuando empezamos a ir a bares, la competición cambió y por primera vez había un juego en el que no era el mejor; no me sentaba nada bien el alcohol. Suerte que, a la vez, empezamos a jugar a un juego que era más importante que beber, era más valorado: “a ver quién folla más”. En realidad, la cosa, a nuestra edad, era a ver quién follaba y ésta también la gané yo, la metí tan bien y tenía tanta prisa por contárselo a mis colegas que fue meterla y correrme. En la competición nunca se habló de placer, sólo era follar y lo hice el primero y lo hice a gran velocidad. Esta rapidez tuvo sus consecuencias y tuve que casarme con ella; con 15 años dejé de competir, dejé de estar en el juego. Lo mejor de la situación es que me casé para aparentar, ocultar algo que todo el mundo sabía, y a los dos meses de matrimonio perdimos nuestro futuro hijo. El pilar en el que se sostenía nuestro casamiento desapareció. Un día volví a casa antes de lo previsto y la encontré en la cama con Juan, mi colega. En aquel momento me sentó fatal, pero esto me sirvió de excusa perfecta para abandonar aquel sinsentido. En un año pasé de ser el campeón en todo a ser el que la gente miraba con pena. Todos sabían que Juan y Silvia se veían. De hecho, creo que esta relación era anterior a la mía; no me extrañaría que aquel hijo no fuese mío, que aquel ser que iba a nacer fuese fruto del placer y no de mi precocidad, el hijo de un plan. Eso me pasó por chulear y por bocazas, o sea que parte de culpa me toca.
Me fui a vivir a otro sitio y eso con 17 años; todo fue muy rápido, pero fue muy meditado, necesitaba otra oportunidad y no pensaba desaprovecharla, nunca más intentaría ser el mejor, jamás volvería a competir con mi vida. A partir de ahora iba a ser una persona solitaria, sin amigos, a partir de este momento iba a ser yo y nadie más que yo; a partir de este momento sólo yo sabría de mí, no pienso hablar con nadie de mi vida, no pienso hablar con nadie de mi pasado ni de mi presente.
Mi vida sexual era escasa, podría decir que era nula, pero no diría del todo la verdad, la cosa es que le cogí miedo a tener experiencias sexuales compartidas, me refiero a pánico de tener relaciones con otras personas. Supongo que era una fobia causada por la mala experiencia con Silvia, sobre todo el postsexo, lo del matrimonio, los cuernos y todo eso de mi pasado. Pensé que sería mejor, a partir de ahora, tener sexo y que, cuando acabe y mire a mi lado, no haya nadie. Entonces, en esta nueva oportunidad que me estaba dando, decidí sólo practicar sexo en solitario, que también puede ser satisfactorio y suficiente; sobre todo no acarrea problemas con segundos. Me convertí en un experto en el tema. Después de varios años de masturbaciones, llegué a desarrollar mucho mi imaginación.
Los primeros años de mi nueva vida fueron muy solitarios, sólo salía de casa para ir a trabajar y a comprar. Cuando apareció Internet aún se convirtieron en más solitarios; empecé a comprar desde casa, también empecé a trabajar en casa, llegó un momento que sólo salía a por el pan, cada día iba a una panadería diferente para no entablar amistad. Está claro que me había convertido en un solitario. Al igual que en mi vida sexual, todo yo era querer estar solo y me gustaba. Pero hubo algo que me obligó a salir, porque aunque para mi sexo no necesitaba de nadie, mi método para disfrutar plenamente de él, dependía de mi imaginación. Los preámbulos eran siempre los mismos, me tumbaba en la cama desnudo y boca arriba y en este momento me imaginaba una historia, casi siempre era que por casualidad conocía a alguien y acababa con ella haciendo el amor. La pareja de la historia, la cara de la persona que iba a compartir mi soledad era siempre alguien de la vida real, pero llegó un momento que toda la gente de mis historias eran las personas que veía comprando el pan o me cruzaba por la calle cuando iba a comprarlo y eso me empezó a aburrir. Entonces fue cuando decidí salir, decidí que saldría una vez por semana, pero por la noche, un horario diferente, gente diferente. Por la noche, aunque mi plan era sentarme en un rincón y observar, era consciente de que es más difícil evitar las conversaciones, siempre puede haber un pesado que te obliga a hablar, por lo que me inventé un nombre y un pasado; pensé que eso me evitaría problemas.
Me sentaba en un rincón de la barra y observaba a la gente, sobre todo a las parejas, veía como se iban juntos y esa era mi historia, me imaginaba que la chica entraba sola en el establecimiento y se sentaba junto a mí y era yo el que se iba con ella. El sistema funcionaba a las mil maravillas, nunca antes había disfrutado tanto. De hecho, mi imaginación funcionaba tan bien y tanto me metía en las historias, que casi parecían reales, me parecía notar sus cuerpos calientes y sus labios húmedos, era magnífico. Luego, cuando todo acababa, el silencio. En aquel momento pensé que no podía existir nada mejor. Hice un itinerario de ocho lugares que repetía en estricto orden, una ruta circular. Llevaba un par de años haciendo el recorrido, un sitio por semana: un sitio, una aventura. Todo era normal hasta que, un día, entré en el establecimiento, me senté en mi sitio habitual, entró la chica de la primera noche, se sentó a mi lado y nos fuimos juntos a mi casa. Después del orgasmo más placentero de mi historia, ella estaba a mi lado. La semana siguiente fui al ulterior garito de la lista, la morena de mi segunda aventura entró, esta vez sin pareja, se sentó sola, tal y como lo había imaginado en mi historia, se pidió un benjamín, se acercó a mí y me dijo si la invitaba, nos fuimos juntos, me llevó a su casa, en el ascensor le metí mi muslo entre su entrepierna mientras nos besábamos, ella se restregó con fuerza y ansiedad, antes del cuarto, su primer orgasmo, después, al entrar en el piso, le arranqué la camisa, volvió a gemir mientras le comía los pechos, ya desnudos, en la cama; me pidió que la penetrase y este fue su tercer orgasmo, al rato coincidimos los dos y esta fue mi mejor experiencia hasta aquel momento, ella seguía estando junto a mí.
Al día siguiente me asusté, las historias que me había estado imaginando, por no sé qué causa, se estaban convirtiendo en realidad. Intenté tranquilizarme, sólo habían sido dos y quizá los hechos habían sido guiados por mí, una casualidad guiada. Esperé a que fuese jueves para ir al tercer garito. Si esta vez volvía ocurrir, estaba claro que tenía un poder o se me había otorgado un premio. Tenía algo de miedo, nunca había imaginado que estas cosas podían suceder, pero la verdad es que me lo había pasado muy bien y sólo pensar en que las historias que había imaginado podían volverse reales me ponía los pelos de punta. El jueves me duché, cené algo y salí, seguí las pautas que hice el mismo jueves de hace dos años, recordaba perfectamente la historia que en teoría me tocaba vivir hoy. Entré en el bar a la misma hora, el sitio donde me senté en la otra ocasión estaba ocupado por un chaval joven, así que me puse en otro lugar. Entonces entró una chica que conocía perfectamente y se sentó junto a él. Yo permanecí toda la noche en mi nuevo lugar, ¿esto podría cambiar las cosas? Ellos se levantaron y se fueron juntos. Mientras salían vi como la chica daba una palmadita al trasero respingón del joven muchacho. Yo seguí en mi sitio, el bar se fue vaciando, nos quedamos sólo el camarero y yo, él se acerco a mí y sirvió dos chupitos de ron, nos los bebimos de un trago sin mediar palabra y entonces fue cuando me dijo si me apetecía pasar la noche en su casa.