miércoles, 3 de octubre de 2012

TRES HERMANOS.



Rabo de nube, Charles Lloyd, saxo, Geri Allen, piano, John Abercrombie, guitarra, Marc Johnson, contabajo y Billy Hart, batería.


Con los años, acabas admitiendo que la familia es inseparable, que la familia es la familia y no hay tu tía. Ahora sé que los tres hermanos, nunca nos separaremos.
Entre hermanos, hay cosas que suceden que rompen la armonía familiar y casi siempre es el hermano mayor (yo) el que hace de reconciliador. Podría citar varios ejemplos en los que he tenido que aplacar mi ira interior por el bien familiar, sabiendo que tenía razón en algo o viendo cosas muy mal hechas por parte de algún miembro de la familia, normalmente el más menudo. Menudo. Pero yo le he perdonado de corazón una y otra vez, ya se sabe que algunas personas de jóvenes están perdidas, confusas, aún están en pleno aprendizaje, y aquí es donde entra la enseñanza, el mostrarle el buen camino, y esto es labor de los padres (en nuestro caso inexistentes), pero también es labor de los hermanos mayores. Yo, como hermano mayor, en ocasiones, he tenido y tengo aún que enseñarle, al igual que hice con el hermano mediano en su día, mostrarle que no todo se puede conseguir; que, en momentos de la vida, la realidad te cae con todo su peso, que este mundo no es jauja, que alguna vez se encontrará solo ante los peligros, que yo no voy a estar continuamente a su lado para ayudarle, que no puedo hipotecar mi vida por muy hermano que sea. Por mucho que intentaba hablarle de la vida, su alocada cabeza no estaba centrada, sólo pensaba en divertirse y disfrutar. Yo era consciente de que, si no ponía freno a esta vida de lujuria, depravación, licores y bailes hasta la madrugada, un día se hundiría; llegaría un día que miraría a su alrededor y se encontraría solo y viejo, y eso nunca quise que sucediera. Por eso ya hace unos años, vaticinándole un final nefasto, tracé un plan, toda la familia en casa se tendría que poner a estudiar música y después montar un grupo. De paso, dejé bien claro que este grupo tenía que ser reflejo de una familia unida, que nos íbamos a mostrar al público, mostrar nuestros logros a unos desconocidos, enseñarles el resultado de nuestro éxito familiar, abanderados de nuestra hermandad sin igual. Pero para lograrlo dejé claro que las bromas se habían acabado y que teníamos un objetivo que cumplir, que iba a ser difícil, que serían muchas horas de ensayos y muchas horas de estudio, momentos de desilusión y dudas, pero también les dije que en mí, en estos momentos, siempre encontrarían un hombro donde llorar y un bastón donde apoyarse. Después del discurso, vi la ilusión reflejada en sus ojos casi llorosos por el nuevo proyecto de vida que íbamos a emprender juntos. Pero había una cosa que debía afrontar en soledad antes de subir a un escenario, para asegurar el éxito que esta aventura nos iba a reportar. El amor que siento por ellos fue lo que me dio las fuerzas y el valor para poder afrontar mi viacrucis particular, una tarea que sólo yo debía llevar a cabo, una cosa que tenía que hacer; este tipo de cosas que sólo los hermanos mayores conocemos y hemos sufrido, estas misiones que emprendemos en solitario para cobijar a nuestros hermanos más pequeños y evitarles la desesperación y el sufrimiento. Estuve dos noches sin dormir, 60 horas de insomnio, todas estas largas y dolorosas horas además sin probar bocado, me sentía desfallecer, casi marchito, mi vida estaba a dos pasos de desaparecer, nunca antes estuve tan de cerca de la muerte, logré ver la luz y el túnel, os puedo asegurar que existe (el túnel final), luché con todas mis fuerzas, me abrazaba a la vida con manos, brazos y piernas, no podía dejar huérfanos a mis hermanos, un pensamiento que se repetía una y otra vez en mi mente, golpeándome cual martillo pilón “huérfanos”, “hermanos”, “huérfanos”, “hermanos”, “hermanos”. Caí en un profundo sueño, donde pesadillas delirantes, supongo que provocadas por mi debilidad física, me envolvían, recuerdos distorsionados de mi vida junto a ellos, ”hermanos”, “hermanos huérfanos”; sufría al verlos solos, sin mí, desamparados. En mi delirio se coló un número, mi número de la suerte, el número, este número mezclado con el pensamiento, “hermanos huérfanos” y el número “tres”, se convirtió en un mensaje de muerte, de desdicha, sentía que mi corazón se apagaba y la pesadilla delirante sólo me entregaba esta frase de muerte y desesperación “tres hermanos huérfanos”, “tres hermanos huérfanos”, palabras que rebotaban con violencia dentro de mi cabeza, palabras de dolor y desesperación. Yo luchaba contra el evidente desenlace, luchaba cada vez con menos fuerzas y fue entonces cuando comprendí que aquel no podía ser un mensaje de muerte, si sólo yo iba a morir ¿por qué el tres?, no tenía ningún sentido (tampoco tenía sentido el “huérfano” ya que yo era hermano y no padre, cosas de los sueños) el tres representaba la vida y no la muerte, de repente la solución al enigma apareció ante mí de manera tan luminosa como el túnel de la muerte al cual algún día he de volver, si éramos tres no podíamos ser huérfanos, simplemente somos “tres hermanos”. Al fin había encontrado el nombre que abanderaría nuestro proyecto, el nombre por el cual seríamos conocidos y reconocidos: “Tres Hermanos”. Acabada mi búsqueda, me levanté del suelo donde estaba tumbado y rebozado en mis propios vómitos y sudores, me metí en la ducha, disfruté de ella, me vestí con mis mejores galas y entré en el restaurante Los Templarios de la avenida Valencia, me comí dos codillos consecutivos regados con un crianza riojano y un par de orujos para acabar. Sé que a alguna persona le parecerá exagerado lo sufrido para buscar un simple nombre de grupo musical, sé que habrá gente a la que quizá le parezca casi sin importancia lo del nombre, quizá desde fuera se vea sin trascendencia, pero es lo primero que se ve de nosotros y tiene que ser perfecto o cuando menos lo más cerca posible de la perfección. Llegó el primer ensayo y les presenté el nombre “Tres Hermanos”, recalqué que no podría ser cambiado por ningún otro y menos por el de “mujeres” (cosa que pretendió el pequeño), que nos llamaríamos “Tres Hermanos”, que se acabaron las mentiras en la familia (lo de “mujeres” sirva como ejemplo).
Creo que el plan, que ya pusimos en práctica hace unos años, ha obtenido resultados positivos, me parece que le ha hecho mucho bien a él (el pequeño), pero también a nosotros, nos ha unido. Aunque ha sido un trabajo duro (sobre todo para Luis y para mí). Decidimos darle el protagonismo para que se sintiera importante, grande, que notase que confiábamos en él (Greg), queríamos que hiciese de líder (en eso nos ha fallado continuamente), en muchas cosas nos ha dado alegrías. También, a su vez, este grupo nos ha dado la oportunidad de poderle mostrar que el camino recto y el sacrificio que supone hacer un trabajo bien hecho, siempre te recompensa. También he cambiado algo mi actitud hacia él, ya no le digo sí a todo, en ocasiones le muestro la verdad, el cómo son las cosas, en el fondo porque me siento culpable de haberle protegido demasiado, de haberle mimado, de haber sido demasiado tolerante con él, pero ahora pienso que hemos adelantado mucho en su problema, y eso demuestra que todo tiene remedio. Es cierto que últimamente le ha dado por afirmar en voz alta y ante todo tipo de persona que el nombre de “Tres Hermanos” fue idea suya, pero eso es otro tipo de problema, algo más complejo, un tipo de rencor guardado, un rechazo, unas ganas de agredirme que ha desarrollado hacia mí, posiblemente a raíz de mi cambio de actitud hacia él por haberle apartado de su vida; algún día volverá a la realidad, estoy seguro que dentro de poco lo veré arrodillado suplicándome perdón por haber intentado dañar mi honor ante todo tipo de audición.
Volviendo a lo serio. La labor de aprendizaje, mansedumbre, alejamiento del alcohol y depravación ha sido una labor que he compartido con Luis (antes tuve que hacer algo similar con Luis). Una labor que hemos hecho sin hablar, sin plan previo, pero siendo conscientes los dos de lo que teníamos que hacer por el bien de nuestro hermano pequeño. Me siento muy orgulloso de estas cosas, aunque en realidad también me traen otro tipo de reflexión que no me gusta tanto, pero cada familia es un mundo. Voy a explicarme. La cosa, lo que no me gusta, es que la historia que pasaré a contar a continuación, demuestra a las claras, que en nuestra familia la comunicación es escasa, por no decir nula; tenemos un verdadero problema de comunicación, aunque mucho amor. Lo positivo es que, aún sin hablarnos, obramos de buena fe y de manera conjunta para ayudarnos (me gustaría que algún día me ayudasen a afrontar el pequeño problema que tengo con el orujo blanco). Esto quedó claro en aquella ocasión que, tanto Luis como yo, llegamos a la misma conclusión y decidimos darle una lección práctica de lo que es la vida, de lo que podía depararle el futuro si seguía con esa vida.. Decidimos mostrarle lo que se siente cuando uno está solo, solo de verdad, cuando has perdido a todos tus seres queridos, el apoyo de todos, teníamos que mostrarle que o se esforzaba o ese tipo de cosas le ocurrirían continuamente. Antes de una gran actuación en la Campana de los Perdidos de Zaragoza, teníamos una entrevista pactada en una radio de Zaragoza, el plan era unas preguntas y un par de canciones en directo. Greg me llamó y me dijo que Luis no podía acudir a la radio, no recuerdo cual fue la excusa que se inventó (Luis), pero a mí se me encendió la luz, vi claro el camino que me mostraba Luis, veía de forma inequívoca la lección que Luis había decidido darle a Gregorio, de forma instructiva y sin riesgos. Sin hablarnos, aprobé la forma didáctica y sutil de mostrarle a nuestro hermano pequeño lo que es la soledad, la auténtica soledad, a lo que podía llegar si no se enmendaba. La cuestión es que no me presenté al programa de radio. Nuestro diminuto hermano, lejos de enfadarse comprendió el mensaje y, con casta y orgullo familiar, se enfrentó por primera vez él solo a algo, echó adelante la complicada tarea de responder a las preguntas sin el acostumbrado apoyo de sus hermanos y lo peor, tocar por primera vez sin ellos.
La verdad es que actualmente, aparte de la cosa esa del nombre del grupo, Greg ha superado todos sus fantasmas y es un chico feliz, lustroso, simpático, amable y con toda su vida por delante. Y el trío de hermanos, aún con poca comunicación, nos mantenemos respetuosos, cariñosos, afectuosos e inseparables, dignos abanderados de nuestra hermandad. Hemos decidido seguir juntos eternamente y, aunque nuestras vidas ahora están separadas la mayor parte del año, nos hemos prometido por lo menos vernos una vez al año en la Calle Prudencio nº 7.

Tres Hermanos este jueves día 4 en la Campana de los Perdidos.